Empezó haciendo ópera «porque siempre ha estado rodeado de músicos», ha dicho Gustavo, alumno del Grado en Arquitectura de la UFV y músico, pero pronto se decantó por el violín y, actualmente, por la música electrónica. «Al principio veía la música como una forma de interpretar un instrumento, que es lo que me enseñaron en Solfeo; hasta que un día decidí comprarme un pedal multiefectos». De esta manera, ha contado, «se me abrió la cabeza una textura de sonidos más interesantes». Gill acaba de volver de Londres, donde ha estado tocado en un festival organizado por un grupo madrileño que, un año antes, se marchó a la capital británica «a buscarse la vida». «Ellos son artistas increíbles y vivimos un momento muy entrañable al reecontranos» en Londres. Preguntado por sus proyectos de futuro, ha contado que actuará «en el Primavera Sound, que es de los primeros proyectos del año». También acudirá a un festival en Portugal, donde hará «una minigira». «Para componer necesito estar tranquilo, solo y muy lejos del móvil», ha dicho Gustavo, quien asegura que «cada canción es un concepto y cada sonido una emoción». Preguntado sobre su vocación como arquitecto, cree que «la arquitectura no está tan lejos de la música». Asegura que «un proyecto -de arquitectura- puede ser igual que un disco». Por último, se ha referido al proyecto Blackbox, «un concepto ambiguo de DJ, mezcla, insonorización… muchas ideas que se encierran en este sello que se dedica puramente al estudio acústico».